
Por Radio Trompo
La adolescencia no es una simple transición: es una etapa marcada por cambios biológicos rápidos, tensiones sociales profundas y desigualdades que comienzan a definir el futuro de millones de jóvenes. Aunque esta experiencia es universal, la viven quienes crecen en ciudades y en veredas, en hogares con recursos y en familias que sobreviven día a día, las condiciones del entorno transforman profundamente cómo se vive. En zonas rurales como Tierralta, Córdoba, estos desafíos adquieren un peso particular. Allí, crecer implica hacerlo en medio de normas tradicionales rígidas, oportunidades limitadas y un acceso desigual a información confiable sobre el cuerpo, la identidad y la salud mental.
Por eso, esta semana Radio Trompo centra su cobertura especial en Tierralta. No porque la adolescencia rural sea “más” difícil que la urbana, sino porque revela con claridad tensiones y silencios que también afectan a jóvenes en otros lugares del país. A través de una serie de reportajes sonoros y conversaciones con adolescentes del municipio, exploramos temas que pocas veces se discuten abiertamente: la primera menstruación, la presión para “ser hombre” o “ser mujer”, la influencia de las redes sociales en la identidad, las expectativas de dejar el estudio para trabajar, las experiencias de jóvenes LGBTIQ+, las tensiones alrededor de la sexualidad temprana, los riesgos de cooptación por actores armados y las dificultades para acceder a apoyo en salud mental. La serie recoge relatos cotidianos para mostrar, sin estigmas ni idealizaciones, cómo se experimenta realmente la adolescencia en una comunidad donde los recursos son pocos pero las preguntas son profundas y urgentes.
Los especialistas coinciden en que la adolescencia es un periodo de reorganización emocional y cognitiva. El psicólogo John Murillo explica que “el cerebro adolescente es especialmente sensible a la aprobación social, a la pertenencia y a la construcción de identidad. Esto puede generar fortalezas, pero también vulnerabilidad cuando el entorno no acompaña”. En comunidades donde persisten estigmas sobre la menstruación, la sexualidad y los roles de género, ese acompañamiento suele ser insuficiente.

El inicio de la pubertad sigue estando rodeado de mitos. En Tierralta, muchas adolescentes viven su primera menstruación bajo silencio, influenciadas por creencias que todavía asocian el periodo con vergüenza, impureza o restricción. Según la educadora sexual Dora Mendoza, “cuando la primera menstruación se vive en secreto, muchas niñas aprenden que su cuerpo es algo de lo que deben esconderse, no algo que puedan entender”.
La presión de género también pesa. Ser “hombre” o “mujer” implica cumplir expectativas implícitas sobre fuerza, delicadeza, autoridad o control. Estas normas se refuerzan en la escuela, la familia, la iglesia y las redes sociales, donde los modelos de masculinidad y feminidad suelen ser extremos. Para jóvenes homosexuales, bisexuales o trans, la adolescencia rural puede ser especialmente difícil. El psicólogo Jhon Murillo señala que “cuando la identidad de un joven choca con el modelo dominante del barrio o la vereda, aumentan el miedo, el aislamiento y el riesgo de depresión”.
Los desafíos no se limitan al cuerpo o la identidad. En zonas de alta desigualdad, muchos adolescentes enfrentan la expectativa temprana de abandonar la escuela para trabajar. En Tierralta es común que jóvenes de 13 o 14 años combinen estudios con labores agrícolas, oficios informales o trabajos temporales. Esto altera su desarrollo emocional y reduce sus horizontes educativos. “Para muchos, el mensaje es crecer rápido y resolver rápido. Pero ese ritmo no corresponde a un desarrollo adolescente saludable”, afirma la socióloga Angela Sorrano.
En este mismo contexto, diversos informes han mostrado que los jóvenes también están expuestos a presiones de actores armados ilegales que buscan mano de obra juvenil para tareas de vigilancia, logística o reclutamiento. Estas dinámicas afectan especialmente a quienes han dejado la escuela o viven en zonas con poca oferta institucional. La investigadora en violencia juvenil Sonia Wolf explica que “la falta de oportunidades y la necesidad de pertenecer hacen a algunos adolescentes más susceptibles a la cooptación por grupos armados, que ofrecen reconocimiento o ingresos donde el Estado no llega”.

Las decisiones sobre la sexualidad tampoco se viven en aislamiento. La presión social para tener la primera relación llega antes de que existan conversaciones claras sobre consentimiento, afecto o protección. Redes como TikTok e Instagram aceleran las comparaciones, amplifican mitos y transforman la intimidad en competencia. La trabajadora social Luisa Fernanda Paternina advierte que “cuando la educación sexual es reemplazada por lo que se ve en redes, los adolescentes aprenden desde la presión y el miedo, no desde el cuidado”.
A esto se suma una creciente crisis de salud mental. La ansiedad, la tristeza profunda y la violencia intrafamiliar afectan a muchos jóvenes, pero el acceso a atención profesional es limitado. En Tierralta, como en muchas zonas rurales, el sistema de salud no cuenta con suficientes psicólogos ni espacios confidenciales para que los adolescentes hablen de lo que sienten. “La falta de acompañamiento no elimina los problemas; solo los vuelve invisibles», afirma el psicólogo Jhon Murillo.
La serie Adolescencia recoge estas experiencias desde las voces y los relatos de jóvenes de Tierralta. A través de sonidos del territorio y relatos cotidianos, explora cómo se vive realmente crecer en un contexto donde los cuerpos cambian, las oportunidades son escasas, las redes sociales amplifican presiones y el silencio aún pesa sobre temas esenciales como la menstruación, la identidad sexual, la presión de género, la sexualidad temprana y la salud mental.
Esta semana, Radio Trompo dedica una cobertura especial a estas historias para entender, con más profundidad y menos prejuicios, qué significa ser adolescente hoy en Colombia.





