
Ilustración: Isabella Meza Viana
Por María Angélica Orozco
La adolescencia temprana, especialmente alrededor de los 13 años, es un momento en el que muchas cosas cambian al mismo tiempo: el cuerpo, las emociones, las relaciones y hasta la forma de verse a sí misma.
En medio de todo esto, la menarquía aparece como un hito importante para muchas adolescentes. Aunque es un proceso natural, investigaciones muestran que rara vez se vive de forma tranquila: llega rodeado de silencios, vergüenzas y estigmas que se aprenden desde muy temprano. Y esto no ocurre por quienes la viven, sino por la manera en que la sociedad ha enseñado a tratar el tema.
¿Qué está cambiando en el cuerpo y en las emociones?
Diversas instituciones, como la OMS (2023) y UNICEF (2024), señalan que entre los 11 y 14 años ocurre una reorganización integral del cuerpo y del cerebro. En esta etapa se observan: el inicio o continuación del desarrollo sexual, cambios hormonales que intensifican las emociones, la búsqueda de mayor autonomía, un aumento del pensamiento crítico y del cuestionamiento de normas, y un papel más relevante de las amistades y relaciones interpersonales.
Aunque a veces se interpreta esta etapa como “rebeldía”, corresponde a un desarrollo neuropsicológico normal. En ese mismo contexto, la menarquía se convierte en un punto de inflexión no solo corporal, sino también social.
¿Por qué llega la menarquía con tan poca información?
La mayoría de niñas llega a su primera menstruación sin suficiente orientación. Estudios del CSIC (2024) han encontrado que una gran parte de adolescentes recibe poca o ninguna educación antes de su primer sangrado, lo que genera miedo, sorpresa o incluso vergüenza.
La menarquía debería ser solo una señal de que el cuerpo está creciendo, pero se convierte en un símbolo social. Muchas jóvenes expresan que, desde ese día, sienten que las observan “diferente”. Surgen reglas no escritas sobre cómo sentarse, vestirse o comportarse. No es el cuerpo lo que pesa, sino la mirada de otros.
¿Por qué sigue siendo un tabú?
Los estigmas menstruales persisten. Una revisión científica reciente demuestra que muchas personas, hombres y mujeres, siguen percibiendo la menstruación como algo sucio, incómodo o vergonzoso. Si esto es lo que escuchan o ven en adultos, es lógico que niñas y adolescentes lo aprendan también.
Este estigma conduce a que muchas jóvenes sientan que deben ocultarlo todo: el dolor, las toallas, las manchas. UNICEF subraya que diversas investigaciones coinciden en que muchas adolescentes temen que alguien descubra que están menstruando, en parte por las burlas que siguen siendo comunes en los colegios (UNICEF, 2023).

¿Y qué pasa con los chicos?
Mientras las adolescentes atraviesan la menarquía, muchos chicos observan los cambios sin entenderlos, porque rara vez se les explica. En la mayoría de colegios, la menstruación se enseña “solo para niñas”, lo que deja a los chicos con dudas, rumores y mitos.
El Consejo Superior de Investigaciones Científicas (CSIC) describe esto como un “silencio de género”: ellas no hablan para evitar burlas, ellos no preguntan para no parecer “metidos”, y, como resultado, nadie recibe información completa.
¿La escuela acompaña estos procesos?
La revisión de Leal Fuentes y colegas (2025) muestra que muchas escuelas no están preparadas para acompañar la menstruación. Problemas como baños sin puertas, falta de agua o baja disponibilidad de productos higiénicos generan ansiedad e incluso ausencias escolares.
A ello se suma que la educación menstrual suele centrarse únicamente en lo biológico, dejando de lado aspectos fundamentales como: cómo manejar el dolor,
qué hacer si se mancha la ropa, cómo hablar del tema sin vergüenza, y cómo fomentar respeto entre compañeros.
¿Cómo influyen las relaciones y la vida social?
Al mismo tiempo que ocurre la menarquía, las adolescentes comienzan a construir relaciones más complejas con sus pares. UNICEF (2024) indica que, entre los 13 y 15 años, la opinión del grupo cobra especial importancia, y las primeras atracciones afectivas o románticas empiezan a tener un lugar central.
Sin embargo, el estigma menstrual afecta también esta dimensión. Varios estudios muestran que muchas adolescentes temen que compañeros u otras personas de su interés reaccionen negativamente si saben que están menstruando (UNICEF, 2023). Esto puede generar inseguridad, autocensura y dificultades para vivir con normalidad situaciones escolares cotidianas.

¿Por qué es tan importante la educación sexual integral?
UNICEF (2022) demuestra que cuando las niñas reciben información antes de su primera menstruación, atraviesan el proceso con mayor seguridad, menos miedo y más autoestima. Además, cuando niños y niñas aprenden juntos, los estigmas disminuyen y se fortalecen relaciones más respetuosas.
La educación sexual integral no se limita a explicar cómo funciona el cuerpo. También aborda emociones, relaciones, autocuidado, derechos y estereotipos. Es una herramienta fundamental para que las adolescentes puedan vivir la menarquía y otros cambios de esta etapa sin culpa, miedo ni vergüenza.
¿Y entonces qué hacer?
Entender la menstruación no es responsabilidad exclusiva de quienes la viven. Es parte de construir entornos donde nadie sea ridiculizado por su cuerpo. Hablar del tema, pedir mejor educación en los colegios, apoyar a las amigas y cuestionar los mitos forma parte de construir una generación más informada y con menos silencios.
Crecer ya es lo suficientemente difícil como para hacerlo acompañada de prejuicios. Informarse, hablar y exigir espacios seguros puede transformar la experiencia.

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