
Ilustración: Isabella Meza Viana
Por: Leidy Restrepo
“Tener 14 años es bueno, pero a la vez malo. Bueno, porque estoy llegando a una etapa donde necesito tener más responsabilidad conmigo misma y los que me rodean. Y malo, porque empiezan a llegar más chismes, controversias en los hogares y eso”, dice Yasmin En Mis Propias Palabras, un podcast de la Fundación Mi Historia grabado desde Tierralta, en Córdoba.
Buena parte de esa mezcla (entre entusiasmo y miedo) viene de una frase que, a esa edad, las niñas escuchan demasiado pronto: “Ahora empiezas a ser una mujer”. Pero, ¿qué significa realmente “ser mujer” cuando todavía estás aprendiendo a ser adolescente?
Las voces de Luna, Dayana y Yasmín muestran algo que confirman también los datos globales: la adolescencia es una etapa donde la presión social, familiar y personal sobre crecer y comportarse diferente se intensifica, especialmente para las niñas de 14 años.
Alejandra Correa, psicóloga de la UdeA, con experiencia en apoyo psicosocial de adolescentes, explica que no existe una edad “correcta” para convertirse en mujer. “La sociedad ejerce presión a través de frases como: ‘Ya estás muy grande para jugar con muñecas’. Estas expresiones imponen expectativas que no necesariamente corresponden al momento real de desarrollo de cada persona”.
En Tierralta, esa carga tiene acentos particulares: la cercanía entre vecinos, los rumores, la mirada constante. La tradición machista que está presente en todo el país, pero que en algunos lugares se hace más presente.
Cuando crecer se siente como perder algo
A los 14, muchas niñas ya han tenido su primer periodo y eso aparece como un punto de quiebre. La OMS explica que este momento puede desencadenar ansiedad, porque marca el inicio de cambios permanentes en el cuerpo que aún no se comprenden del todo.
Ellas lo vivieron así: pena, encierro, miedo, soledad. Y, un cambio físico que en sociedades como la nuestra empieza a simbolizar que la adultez inicia con su presencia: “Sentí como poco a poco se estaba yendo mi niñez”, dice Dayana. Yasmin lo expresa así: “Acabó una parte de mi niñez… todavía no la he perdido toda”.
A un año de cumplir los 15 y cambiar los tenis por los tacones, los adultos alrededor les recuerdan a las niñas que ahora deben comportarse, vestirse, sentarse, hablar distinto. Y aunque al principio es duro, las niñas terminan por aceptar que “uno tiene que crecer en algún momento de la vida”.
Sí, pero crecer no es convertirse en mujer y no empieza a los 14 años. La psicóloga Alejandra Correa, dice que “como sociedad, tenemos la responsabilidad de evitar presionar a los jóvenes con expectativas poco realistas y eliminar frases que los hagan sentir que deben crecer demasiado rápido. Para lograrlo, es indispensable fomentar una comunicación asertiva, limitar el uso de redes sociales y evitar la sexualización prematura”.
Pero en Colombia, los cambios de la adolescencia llegan en un contexto donde muchas niñas enfrentan desigualdades desde muy temprano.
Empezar a ser mujer no es ser esposa ni madre
Colombia ocupa el puesto 20 del mundo en número de matrimonios o uniones antes de los 15 años. Y aunque en 2024 Colombia eliminó la norma que permitía casarse desde los 14 años, la consciencia sobre lo que implica vivir en pareja siendo menor de edad no se ha extendido en toda la sociedad. Una de cada diez niñas entre 10 y 14 años vive en una unión temprana, según Unicef.
Otro informe de la Universidad Javeriana, con datos del DANE, mostró que más de 34.000 niñas y adolescentes han dado a luz en lo corrido de 2025, una cifra que sigue siendo preocupante.
Estas uniones tempranas ponen a las niñas en relaciones desiguales de poder, donde su autonomía, educación y salud se ven afectadas. Y son alimentadas por la idea de que a esa edad no son niñas, sino mujeres.

Los chismes: una violencia silenciosa que pesa más sobre las niñas
Las tres adolescentes coinciden en algo: cumplir 14 les trajo más chismes. Una de ellas, cuenta frustrada que en el municipio se extendió un rumor: “que yo estaba con un muchachito, pero él es como un hermano”, cuenta Yasmin.
Siempre han sido amigos, pero, solo ahora, su relación empieza a juzgarse como algo amoroso o de pareja. Parece existir una norma social: las niñas tienen amigos, las mujeres pretendientes. Lo que le ha causado un gran peso, porque “tanto tiempo ganándome la confianza de la gente, y un rumor dañando todo”, dice Yasmin.
Y Tierralta no es un caso aislado. La Unesco advierte que la violencia escolar basada en género (incluyendo chismes, exclusiones o comentarios sobre reputación) impacta más a las niñas, afectando su autoestima, su vida escolar y su participación en espacios públicos.
Reconstruir la autoestima después de un rumor o un chisme puede ser un proceso complejo y delicado para las adolescentes. Para Alejandra Correa existe algo indispensable para lograrlo: “una red de apoyo sólida”.
Y más si los chismes no se quedan en la calle. Llegan a la casa. “Mi familia me empezó a preguntar y mi mamá me dijo que me alejara de la gente que me quiere hacer daño”, cuenta Yasmin.
Más allá de alejarse, desde la psicología se recomienda que la familia esté presente desde el amor, el cariño y la comprensión, no desde el prejuicio o la crítica. Además, Alejandra también recomienda “buscar ayuda profesional, como terapia o consejería, para empezar a reconstruir la autoestima desde la información y el conocimiento”.
Para las niñas del podcast En mis palabras, Tierralta es uno de los lugares “más lindos que se puede encontrar”: naturaleza, gente amable, sombra de árboles. Pero también es un territorio pequeño donde todo se sabe, alguien siempre está mirando, y la privacidad de crecer a su ritmo se convierte en un lujo.
Heridas que marcan, sueños que sanan
Si bien la mayoría de niñas de 14 años atraviesan la presión de empezar a convertirse en “mujer”, unas lo atraviesan marcadas por infancias desiguales, solas, sin apoyo.
“Mis padres me dejaron abandonada cuando era pequeña… ahora solo me buscan cuando les conviene”, cuenta Yasmin una de las protagonistas del podcast. Su forma de enfrentarlo es estudiar, graduarse y lograr su sueño: “Voy a ser una gran psicóloga, para que nadie se sienta tan sola como un día me sentí yo”.
Algunas adolescentes no enfrentan tan bien el abandono. “La adolescencia es una etapa de crisis natural, pero el rechazo puede agravarla. Un adolescente que experimenta abandono o rechazo puede sentirse como si no estuviera cumpliendo con uno de los elementos fundamentales de esta etapa: pertenecer e identificarse con un grupo” y esto puede tener consecuencias graves, como el aislamiento, la depresión y las ideas suicidas”, dice Alejandra.
La psicóloga recomienda que estos adolescentes puedan tener un sistema de apoyo sólido con escucha real, espacios seguros y acompañamiento adulto. Y, si es posible, el acompañamiento de un profesional de la salud mental, que pueda ayudarle a procesar sus emociones y desarrollar estrategias para manejar el rechazo y el aislamiento”.
Las niñas lo resumen mejor: “Necesitamos personas que nos entiendan, que nos escuchen… A veces un abrazo es más reconfortante que muchas palabras”.

Ser mujer NO empieza a los 14: empieza cuando tú lo decides
Las niñas de este podcast están descubriendo que el mundo las empuja a ser “mujeres” antes de tiempo: cuando les llega el periodo, cuando deben cambiar su forma de vestir y de caminar para “encajar en el mundo”, cuando las relaciones empiezan a ser catalogadas de otra forma, cuando un chisme las hiere.
Pero también están descubriendo algo más poderoso, como dice Yasmin: “No soy yo la mala, es el mundo”. Y esa frase, dicha desde Tierralta, a los 14 años, es un acto de valentía.
Porque convertirse en mujer no debería ser una obligación impuesta por presiones familiares y sociales. Debería ser un camino acompañado, informado, libre y digno. Ellas ya lo caminaron. Y están aprendiendo que crecer no es dejar de ser niña: es aprender a ser ellas mismas, a su propio ritmo.

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