¿Cómo los hijos/as de personas en proceso de reincorporación están transformando sus territorios a través de la comunicación?

Ilustración: Isabella Meza Viana

Por Isabella Meza Viana

En distintos puntos del Caribe colombiano, jóvenes entre los 14 y 21 años están usando la comunicación como herramienta para transformar sus territorios, narrar sus realidades y sembrar reconciliación. Desde 2024, el Colectivo de Comunicaciones para la Paz y la Reconciliación, impulsado por la Agencia para la Reincorporación y la Normalización (ARN) —Grupo Territorial Atlántico–Magdalena—, acompaña procesos de formación en comunicación, memoria y prevención de la violencia con adolescentes y jóvenes de familias vinculadas a procesos de reincorporación.

“El colectivo nació como un piloto para formar a los hijos e hijas de nuestra población sujeto de atención en temas de comunicación para la paz”, explicó Andrés Rodríguez Barrios, enlace de comunicaciones de la ARN. “A través de doce sesiones trabajamos contenidos sobre memoria, prevención al reclutamiento, comunicación para la paz, redes sociales, fake news y sentido de pertenencia.”

Hoy, el colectivo cuenta con participantes de Barranquilla y su área metropolitana, Santa Marta, Plato (Magdalena), quienes no solo aprenden a comunicar, sino también a transformar los significados que los medios y la sociedad han construido sobre sus barrios y sus historias.

“Mi barrio caliente”: cuando comunicar es resistir

Uno de los mayores logros del colectivo es el cortometraje “Mi barrio caliente”, realizado con el acompañamiento del Co-laboratorio de Comunicación, Arte y Participación (Colap).

La pieza audiovisual resignifica la idea de “barrio caliente” —comúnmente asociada con la violencia— para mostrar los rostros solidarios, creativos y esperanzadores de los territorios populares del Atlántico.

“Decidimos mostrar que un barrio caliente también puede ser donde la señora vende sopa para pagarle la universidad a su hijo o donde los chicos pintan murales a mediodía”, contó Tatiana Bacca Utria, de 18 años, una de las jóvenes integrantes del colectivo en Barranquilla.

El cortometraje fue reconocido con mención especial en el Festival Cinepueblo 2025, y hará parte de la programación del Tengo Fe Film Festival, que proyectará los trabajos seleccionados en las salas de Cinépolis VIP en diciembre.

Además, ha sido invitado a los Festivales de Tierra Grata, Montes de María y Golfo de Morrosquillo, llevando la voz juvenil del Caribe a espacios de diálogo y reflexión sobre paz y territorio.

Atlántico: narrar para sanar

En el departamento del Atlántico, los encuentros formativos reunieron a jóvenes de Barranquilla y su área metropolitana, quienes encontraron en la comunicación un lenguaje para reconstruir memorias y fortalecer el tejido comunitario.

“Empezamos siendo los primeros del proceso, los que aprendíamos. Ahora somos quienes enseñamos a los nuevos integrantes”, relató Tatiana Bacca, quien desde su experiencia destaca la importancia de apoyar a la juventud.

“Cuando los jóvenes se sienten escuchados y acompañados, construyen un futuro más transparente y solidario.”

El cortometraje Mi barrio caliente se convirtió también en una oportunidad de encuentro: más de 50 personas se reunieron en Malambo para ver su proyección en pantalla gigante durante el Festival Cinepueblo, donde el público disfrutó de producciones locales realizadas por jóvenes atlanticenses.

“Estos espacios son importantes porque permiten que la academia, las instituciones y la comunidad se articulen para contar historias que sanan”, destacó Rodríguez Barrios.

Santa Marta: comunicar para comprender

En Santa Marta, los talleres también han dejado huellas profundas. Samuel David Numa Fernández, de 20 años, reconoce que el proceso le cambió la forma de entender la comunicación:

“Yo no sabía nada sobre reincorporación o sobre víctimas. Gracias al colectivo comprendí la importancia de hablar, de contar lo que pasa, de no quedarnos con una verdad amarillista. Es necesario que estos talleres sigan, porque si no se dice lo que vivimos, nadie lo sabrá.”

Para Samuel, la comunicación es un acto de empatía: contar lo que duele, pero también lo que sana. Su voz, como la de otros jóvenes del colectivo, refleja un compromiso con la verdad y con el derecho a la palabra.

Plato (Magdalena): sembrar paz desde lo rural

En el municipio de Plato y su corregimiento San Luis, el colectivo ha llegado a zonas rurales donde la participación juvenil enfrenta mayores retos.

Allí, jóvenes como Jerónimo Puentes Padilla, de 15 años, han encontrado en la comunicación un medio para ejercer ciudadanía y fortalecer lazos de comunidad:

“Al inicio fue raro, no nos conocíamos. Pero con los talleres fuimos rompiendo el hielo, aprendiendo sobre memoria, derechos humanos y producción audiovisual. Todo esto nos ayudó a entender que comunicar también es defender nuestros derechos.”

Jerónimo destaca que el trabajo con la ARN y los docentes locales permitió que los jóvenes se sintieran acompañados:

“Apoyar estas iniciativas es sembrar una semilla. Cada joven se lleva algo y lo comparte. Así crece la paz”

Una red de voces para la reconciliación

El Colectivo de Comunicaciones para la Paz y la Reconciliación se consolida como una red que une experiencias urbanas y rurales en torno a la palabra, la imagen y la acción colectiva.

Su apuesta demuestra que la paz no solo se firma: se construye, se conversa y se cuenta desde los territorios.

“Cuando los jóvenes sienten que su voz importa y que pueden narrar su entorno, se siembra esperanza”, concluyó Andrés Rodríguez Barrios, de la ARN.