
Ilustración y texto: Isabella Meza Viana
Desde Asia hasta América Latina, una nueva ola de manifestaciones juveniles recorre las calles. En Nepal, Serbia, Madagascar, Paraguay y Perú, las juventudes están saliendo nuevamente a protestar contra gobiernos que perciben como corruptos, autoritarios o indiferentes a sus demandas. Según un artículo de Deutsche Welle (DW), esta generación comparte un mismo hartazgo: “enfrentando a figuras de corrupción”.
En Perú, miles de jóvenes han vuelto a las calles para protestar contra medidas específicas: la reforma al sistema de pensiones que obliga a trabajadores independientes a afiliarse a las “Administradoras de Fondos de Pensiones” o AFP, denuncias de corrupción persistente y una creciente crisis de representación.
Reuters reporta que el clamor nació por esa reforma, pero se ha extendido hacia un reclamo más amplio por justicia social y oportunidades. Además, en Lima, se concretó el paro de transportistas como respuesta a la ola de violencia y extorsiones que enfrentan los choferes, hecho que también ha contribuido a movilizar a la juventud en solidaridad con esos sectores.
Desde Radio Trompo, conversamos con Fátima Estrada, estudiante de 22 años, militante feminista y presidenta de la Federación de Estudiantes de la Pontificia Universidad Católica del Perú, para comprender cómo las juventudes están haciéndose sentir políticamente más allá de los escenarios tradicionales de participación, como el voto que ejercerán los jóvenes en Colombia este 19 de octubre para escoger a sus consejeros de juventud.
¿Qué pasó y por qué importa?
Fátima Estrada nos cuenta que la crisis actual se gesta a partir de problemas estructurales, pues después del giro democrático en los 2000, «no hemos visto cambios significativos de fondo, incluso en temas como la descentralización, el acceso a servicios mínimos, cambios en términos de la pobreza o la desigualdad en todas sus dimensiones».
Al respecto, la lideresa menciona que los eventos recientes están marcados por la violencia en las protestas de 2022-2023: La represión por parte de la policía y ejército generó «más de 50 muertos, que incluso ante la Corte Internacional de Derechos Humanos y los también colectivos, internacionales, organismos internacionales, han calificado como ejecuciones extrajudiciales».
Ella añade que «esas muertes no se olvidan».

¿Cómo afecta esto a las y los jóvenes?
Fátima Estrada explica que la explosión actual de movilizaciones, como la reciente por la Ley AFP y la violencia a transportistas, se debe a » esta mirada, [no], de que se nos están quitando el futuro, [no]?».
Sin embargo, la participación juvenil «no es algo nuevo», ya que los jóvenes «han estado presentes en las calles en distintos momentos como universitarias por la ley universitaria en 2014, también por la Ley Pulpín».
La Ley Nº 30288, conocida como “Ley Pulpín”, fue un régimen laboral juvenil promulgado para promover la contratación de jóvenes de entre 18 y 24 años. Sin embargo, la norma preveía «reducir el periodo de vacaciones a 15 días» y «eliminar el pago de la compensación de tiempo de servicios, gratificaciones, utilidades, asignación familiar y el seguro de vida» para los «jóvenes de 18 a 24 años».
La respuesta del Estado ha sido la persecución. Ella denuncia que existe «una ola de criminalización y terruqueo». La represión incluye prácticas como la difusión de información personal de dirigentes: Dirigentes que han sido no solo «terruqueados, doxeados, […] difundiendo su información personal, de sus familias, por distintos videos, distintas redes sociales».
Esto genera «la impresión de que no es un espacio democrático, desde el cual no se apertura no solo la crítica, [no], sino el mero ejercicio ciudadano de la protesta». Ella indica que las fuerzas del orden «están retomando prácticas que incluso ya han sido sancionadas internacionalmente», como el «uso indebido de proyectiles que tiene una carga que puede ser letal».
Tácticas Digitales y Símbolos Globales: La Crítica Estructural desde el Sur
Fátima Estrada insiste en que las movilizaciones peruanas se deben ver en un contexto más amplio: «Es importante […] evaluar cómo han venido siendo estas manifestaciones en otras partes del sur global».
Ella destaca que las manifestaciones en otros países «hacen una crítica sistemática, y que retoman mucho esta mirada estructural. A las falencias que tiene no sólo la democracia, [no]? Sino el sistema económico»
En Perú, la Generación Z usa símbolos de la cultura pop. Fátima confirma la presencia de la bandera de los Piratas del Sombrero de Paja, de la serie japonesa One Piece, en las protestas por las AFPs: «no dudo que es un distintivo que se está apropiando por las juventudes para posicionar, sobre todo, una mirada contra la situación actual».
Según Más Colombia, la bandera de los Piratas del Sombrero de Paja «ondea en protestas de Perú, Paraguay y Nepal», y para esta generación, «representa la rebeldía contra gobiernos corruptos y élites que disfrutan de privilegios ostentosos mientras millones de jóvenes sobreviven con salarios bajos y sin garantías», en el marco de las manifestaciones de la Generación Z.
En medio de esta falta de garantías, Fátima critica a los enfoques tradicionales que miden las formas de participación juvenil solo a través del voto, recalca que: utilizan indicadores de «una política tradicional meramente partidaria”, pueden llegar a la conclusión de que «los jóvenes no se movilizan o no se inscriben en política, [no]?». Ella afirma que ese enfoque «desacredita las diferentes formas que están adaptando los jóvenes, actualmente».
En su lugar, existe «un auge del activismo» y «un auge también de dentro de los espacios universitarios, feministas y ambientales a seguir(se) movilizando». Reconoce el esfuerzo de compañeros «en distintas regiones, sobre todo también de las periferias, de los espacios, por ejemplo, que son mucho más olvidados, como es nuestro Amazonas o las regiones selváticas o del sur, que sin duda se vienen organizando con muchísima fuerza y hay que reconocerlo».
¿Qué podría pasar ahora?
Fátima Estrada hace un llamado: «A la unión… a la unión de las fuerzas que tenemos, pero sobre todo de nuestras demandas. que creo que en algo si nos pueden ayudar a conciliar es que sí tenemos que cambiarlo todo».
Su llamado a la juventud es a luchar contra «este sistema que nos niega la vida en todos los sentidos y que nos la seguirá negando en tanto sigamos generando las condiciones para que nos roben el país, porque eso nos están robando el país».
Finalmente, concluye con una idea de acción colectiva: «solo el pueblo salva al pueblo, entonces hay que luchar por ello, [no]?».






