Voces olvidadas | Mi vida en el Tren de Aragua

Ilustración: Isabella Meza Viana

Por: Jeziel, 17 años, usuaria del Sistema de Responsabilidad para Adolescentes (SRPA) en CAE La Esmeralda, en Bogotá.

Mi niñez fue muy bonita, fue una parte de mi vida que me marcó mucho. Mi mamá es una mujer luchadora que siempre busco cómo sacarme  adelante a mí y a mi hermana. 

Pero por parte de mi papá, el barrio en el que vivía en Barranquilla, era un desastre. Había sicariato, toma de pandillas, consumo, prostitución y extorsión… Y ese mundo me gustaba más que la parte tranquila de mi mamá.

Cuando tenía 11 años me fui a vivir a Barranquilla con mi papá y me metí en todo su mundo. 

Él era un cabecilla del Tren de Aragua. Yo me sentía normal, o sea, no lo veía ni bueno ni malo. Me enseñó a llevar cuentas, a desarmar, limpiar y armar las armas, que una bomba de marihuana me daba 120.000 pesos… y ese mundo me gustaba.

Cuando yo tenía 14 años, mi papá un día salió a cargar gasolina a la camioneta y no llegó, se demoró demasiado. Y uno de los muchachos me llama diciéndome que a mi papá le habían metido un tiro.

Obviamente que cuando me dicen eso yo sentí que mi mundo me cayó encima,  yo veía por los ojos de ese señor, o sea, mi papá era mi todo. Yo vivía con él hace mucho tiempo y gracias a él había logrado varias cosas, entre todo, y esa noticia me derrumbó.

Cuando muere mi papá, yo con 14 años, busqué protegerme en algo, y lo único que encontré en ese tiempo fue la heroína.

Duré un año y medio consumiendo heroína y me acabó, como si yo hubiera pasado 20 años en consumo… Me estaba dando muy duro, así que viajé a Perú para encontrarme con mi mamá. Ella siempre ha estado ahí para mí, dentro de todo siempre me ha apoyado y me dice: «bueno, hagámosle”. Duré como 2 meses y medio, yo con abstinencia, con ganas de meterme algo, ni un cigarro o un porro me bajaba la ansiedad…Yo me rascaba, no podía dormir y en las noches en las que yo no podía dormir, la única que estaba ahí era mi mamá fumándose un cigarro conmigo para yo bajarle la ansiedad. 

Yo dije: «No, yo soy fuerte, y como me metí, me salgo». 

Después, yo con 15 años,  comencé  a viajar con drogas y armas hacia Santiago de Chile, Bolivia, Ecuador, Perú, Venezuela. Me movía con ‘superfacientes’ (estupefacientes) y me venía a veces también con armas.

Yo estando en Perú conocí a un muchacho, él me ‘tiraba de los perros’. Pero a mí me gustaban las niñas… En todo caso el pelado sí me atrajo. Entonces me metí con él y salí embarazada. Me pegó durísimo, pero dije, «No, vamos a aceptarlo, vamos a asumir». Si Dios me la manda es para algo y por algo.

Estuve juiciosa en esa época porque obvio, embarazada, pero igualmente yo seguía consumiendo. Pero no me metí en nada de otro mundo,  trabajaba en bares, en las discotecas distribuyendo las drogas. 

Cuando la niña tenía 6 meses me da por viajar a Venezuela para que mi abuela conociera a la niña.

Viviendo con mi abuela y mi hermana menor, yo empecé a estudiar unos cursos de veterinaria y peluquería canina. Mi abuela me tenía muy estricta en las horas, o sea, si yo salía a tal hora tenía que llegar 20 minutos después a la casa. Me tenía super estricta. Un día las muchachas del curso me dicen, «Ay, vamos a salir y nos comemos algo.» Y yo, bueno, normal. Salimos, yo en esa época nada más fumaba cigarrillo.

Yo salía como a las 3:30 p.m del curso y llegué a las 5:00 p.m a la casa. Y mi abuela me trancó la puerta y no me dejó pasar. Que porque la casa no era un hotel, que yo no podía hacer lo que se me diera la gana. Pero uno como “hace fama y después se va a dormir”,  no creía que uno andaba tranquilo.

Entonces le pedí a mi hija y mi abuela no me la quería entregar. Me dijo: «No, váyase, váyase, váyase, la niña me la deja acá». Y yo peleé y peleé, llevé hasta policías a la casa para que me entregaran a la niña, pero una de mis hermanas mayores, que también vivía ahí con mi abuela,  tenía muchas influencias con policías, y bueno, movió lo suyo y no me la entregaron.

De ahí salgo y me voy a vivir con una amiga, ya sin la bebé, y vuelvo a hablar con los muchachos a ver qué había para hacer.  Y me dicen: «bueno, hay un un trabajito ahí en la misma ciudad donde tú estás para lleves una mercancía hasta Cúcuta”. Yo me vine con la droga y mi amiga se vino a trabajar acá en Bogotá.

Un día, yo cuando tenía 17 años, me llama uno de los muchachos con los que yo  trabajaba y me dice, que le hagan un favor. Me mandó un mensaje con todo lo que yo iba a combinar.

Me baño, me visto, recargo el bolso con cinco bombas de marihuana, cada bomba tiene 40 baretos. Me cargué con ocho bombas de perico, cada bomba de perico tenía 20 puntos. Tusi me cargué con dos, cada una de 20, y con 620 pastillas de bazuco. Y con $1.600.000 que era para darle a un muchacho.

Entonces, nomás salgo, prendo un cigarro y comienzo a caminar hasta llegar al parque de Bellavista, porque vivía cerca. Llego allá y él me llama y me dice: «uy, es que necesito que me entregues unos dos, tres baretos a un muchacho que está ahí en el parque». Y yo me moleste, porque yo no recargaba los parques. Pero lo esperé, él me describió al muchacho y yo le entregué lo que me dijeron.

La cuestión es que yo le entrego, me siento a tomarme una chicha venezolana ahí en el parque y me llegan así de la nada tres patrullas, cada una con dos patrulleros y se bajan y ni siquiera me piden una requisita ni nada. El CAI quedaba ahí mismo en el parque. Yo ya sabía que me iban a coger.

Ya ahorita tengo 10 meses acá en el hogar (CAE La Esmeralda) y me adapté.

Siento que si a mí no me hubiesen cogido, estuviera igual, estuviera loqueando, estaría por allá metida en un caño, ¿dónde estaría? No sé. Pero uno aprende muchas cosas, uno reflexiona tanto daño que uno ha hecho… y uno entre todo la saca barata. 

Uno reflexiona la verdad y uno dice, «Bueno, pasado pisado” y nos toca seguir para adelante. 

Yo siento que sí me merezco una segunda oportunidad porque sí la estoy aprovechando. Y le doy gracias a Dios que me hizo ver tantas cosas en poco tiempo que no había visto en toda mi vida, que me hizo caer en lo que estaba haciendo, porque ya no estoy sola,  tengo que ver también por mi hija y tengo que pensar qué quiero para mi hija.